En la antigua Roma las
fuentes principales de economía eran los recursos humanos y naturales, por lo
que toda la mayoría de la población se dedicaba a la agricultura y al comercio.
Por lo que se conoce de la
agricultura, era considera una actividad casi sagrada. Dentro de ella
encontramos dos distinciones. Por un lado estaban las grandes tierras de los
propietarios las cuales eran trabajadas por los esclavos durante todo el año.
Estas enormes tierras producían todo tipo de alimento que eran llevados a la
ciudad para su venta diaria.
Por otro lado
encontramos a los campesinos libres que
cultivaban las tierras de su propia familia o bien trabajaban las de algún
señor a cambio de dinero o alguna otra forma de pago.
La vida y el trabajo del
campo era muy dura durante todo el año y la mayoría de los campesinos vivían de
forma muy humilde. Esto se debía a que en el campo no existían grados de
especialización como ocurría en las ciudades con los alfareros o carpinteros.
En el caso de las ciudades,
el trabajo era muy distinto al del campo, en primer lugar no se consideraba
algo sagrado como la agricultura, por lo que se dejaba en manos de las clases
sociales inferiores, los extranjeros o los esclavos. Cada ciudadano fuera libre
o esclavo podría desarrollar actividades desde la manufactura y el
comercio hasta la ocupación de maestro,
banquero o arquitecto. Aquí gran parte de la población tenía
empresas o comercios libres ya que el
Derecho Romano los permitía a cambio
de un arrendamiento de tierras.
El comercio en sus orígenes
no precisaba de moneda de cambio ya que el sistema empleado era el trueque, de
la misma forma las sanciones se pagaban por cabezas de ganado.
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